Qué duda cabe que los traductores editoriales son uno de los colectivos primordiales a la hora de conseguir una correcta difusión, lectura y comprensión de las obras literarias. Pero, sorprendentemente, son uno de los gremios menos reconocidos. Desde las oficinas de traducción en Madrid y Barcelona de Traducciones AGORA queremos aportar un poco de luz a este tema.
Si no estás muy familiarizado con la profesión del traductor, tal vez creas que exageramos un poco. Tal vez pienses que la persona que traduce libros es un señor mayor con barba, que está en su casita, fumando en pipa, rodeado de diccionarios y delante del ordenador esperando a que una editorial le llame para encargar la traducción de un libro.
Posteriormente lo recibe por correo electrónico, cambia las palabras de un idioma a otro, y se lo envía al editor de nuevo. Pero nada más lejos de la realidad. Este tipo de traductores profesionales, si alguna vez existieron, muy poco o nada se asemejan a la realidad.
Cada vez más, los traductores editoriales son elementos realmente activos, hablando en términos literarios. Suelen ser personas que leen casi todo lo que cae en sus manos, ya que muchos de ellos son, aparte de traductores literarios, estudiosos, críticos o expertos en algún tipo de literatura concreta (de ficción, erótica, poesía, histórica, etc.). Otros incluso, son editores y traductores al mismo tiempo; se esfuerzan por dar a conocer algún género concreto de literatura, o incluso realizan publicaciones periódicas y blogs.
Pero desafortunadamente, los traductores editoriales no suelen recibir mucho a cambio de todo este inestimable esfuerzo. Actualmente, no abundan las ofertas, e incluso una nueva propuesta no es garantía de que finalmente se realice el trabajo. Y además, los presupuestos que las editoriales están dispuestas a dedicar a la traducción son muy bajos. Del mismo modo, en muchas ocasiones los plazos de entrega y el trato con los editores, tampoco invitan a que se pueda afirmar que el trabajo de un traductor literario se considere reconocido.
Existe una gran cantidad de excelentes traductores de obras literarias, con capacidades y trayectorias realmente buenas, que finalmente acaban dando clases en escuelas, o como funcionarios (ambas profesiones totalmente respetables, por descontado). O también, dedicándose a otra especialidad de traducción ya que con la editorial no pueden vivir.
Debido al pobre reconocimiento del que goza este tipo de profesionales, a la precariedad del mercado laboral y a los bajos presupuestos que se destinan, no resulta extraño encontrarse con traducciones de libros con poca calidad, planas, e incluso en alguna ocasión, pésimas. También puedes ver los orígenes y la historia del libro.
¿Pero por qué sucede esto? Porque, lamentablemente, cada vez hay más editores que opinan que si se ahorran unos pocos Euros en la traducción de un libro, nadie lo notará. Pero la realidad es muy diferente, ya que cada vez más, los lectores son más exigentes, entendidos y menos conformistas.
Y no solo se trata de firmas pequeñas, como es fácil pensar, también las grandes editoriales (incluso internacionales) en más de una ocasión han caído en esta tentación y han obtenido un resultado acorde a su inversión. Como afirmó una vez un gran escritor y filósofo: “Cualquiera es capaz de escribir algo, pero se necesita inteligencia y formación para poder traducirlo correctamente”.
Afortunadamente, no todas las editoriales funcionan de este modo. Las hay que reconocen y son conscientes de la gran labor que los traductores editoriales desempeñan. ¿Y tú qué opinas? ¿Estás de acuerdo?