La lingüística debe considerarse una invención en la medida en que es una herramienta intelectual que permite abordar el estudio de las estructuras del lenguaje. A lo largo de la historia de la lingüística ha dirigido tanto el estudio de la lógica como los esfuerzos. Para generar programas capaces de enseñar a los ordenadores a traducir textos de un idioma a otro. Y, a formar frases lógicas y correctas gramaticalmente.
Desde agencia de traductores en Cáceres de Traducciones AGORA podemos adelantarte que la lingüística nació en el siglo V antes de nuestra era, en Grecia, gracias a los debates de naturaleza filosófica. Que intentaban establecer si el lenguaje era una actividad natural o convencional. Se puede considerar el origen de la lingüística.
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En el fondo, este debate ponía una base esencial de la lingüística que ha dominado su desarrollo hasta nuestros días. Los naturalistas griegos entendían que las palabras se forman por onomatopoiesis. Es decir, que se construyen gracias a sonidos evocadores. Tales como en castellano “mamá”, “cuco”», “guirigay”.
Los convencionalistas objetaban que los términos onomatopéyicos no eran iguales en todos los idiomas y que se podían suprimir del lenguaje sin afectar la capacidad comunicativa de éste. Tal debate debió orientar la lingüística hacia las formas de las palabras y las estructuras gramaticales.
Un siglo más tarde nació un nuevo debate. Intentaba determinar si las formas gramaticales eran regulares, como creían los analogistas, o irregulares, como opinaban los anomalistas. Aristóteles y la Escuela de Alejandría se situaban entre los primeros, y los estoicos, entre los segundos.
Este segundo debate orientó la lingüística hacia el estudio de las principales categorías o estructuras gramaticales, que fue la aportación de los estoicos, y la de las principales estructuras de inflexión, que fue aportación de los alejandrinos. Unos y otros fundaron de este modo la lingüística comparada.
A partir del siglo I a. de C., el debate estuvo dominado por una obra que fue el faro de la lingüística durante un millar de años, la Techné Grammatité, gramática griega de Dionysus Thrax, un alejandrino, quien definió las inflexiones de las palabras griegas. En el siglo II, Apollonius Dyscolus completó de alguna manera este clásico añadiendo un tratado de sintaxis griega.
Al ser muy próximas las estructuras del griego y las del latín, estas dos obras tuvieron una repercusión inmensa. No sólo sirvieron para enseñar estas dos lenguas, sino también para codificar el uso de las lenguas “vulgares” posteriores.
En este sentido, podemos adelantar que el gramático Prisdano, en el siglo V, obró de precursor, ya que sentó la base para la utilización de esquemas lingüísticos en el estudio de otras lenguas.
La lingüística moderna, o lingüística general, no se abordó hasta el siglo XVIII, cuando el inglés William Jones, orientalista, puso de manifiesto el asombroso pareado que existe entre muchas palabras del sánscrito, lengua de la India, y sus equivalentes latinos o griegos.
Jones formuló de este modo la hipótesis de una fuente india de las lenguas europeas, que desde entonces ha sido verificada y que ha servido para crear la noción de lenguas indo-europeas.
Este trabajo, que Jones había enriquecido con consideraciones sobre las viejas lenguas germánicas, el gótico, el alto-alemán u hochdeutsche y el viejo nórdico, fue prolongado con el del danés Jacob Grimm, quien trabajó en el mismo sentido.
Se impuso de este modo, la idea de las estructuras interlingüísticas, ya que el término latino peáis y el griego podos se correspondían con el sánscrito pados, tres palabras que quieren decir “pie”.
De los trabajos de Jones y de Grimm se extrajo la ley de derivados, según la cual, las palabras se transforman de una lengua a otra según formas regulares. De repente, se hace posible encontrar el termino original más allá incluso del sánscrito, es decir en el proto-indo-europeo.
El prusiano Wilhelm von Humboldt, en 1821 proporcionó progresos considerables a la lingüística con la idea de que existían dos formas del lenguaje. Una “exterior”, compuesta de sonidos, y otra “interior” compuesta de estructuras gramaticales, que confieren un sentido específico a los sonidos. Y, por tanto, diferencian una lengua de otra.
Así tomaba forma una idea clave de la lingüística moderna la de estructuralismo. Humboldf tuvo un discípulo, cuyo renombre actual ha llegado algunas veces a eclipsarle. El suizo Ferdinand de Saussure, quien distinguió, por un lado, el sistema del lenguaje y la palabra y, por otro, la forma o significante y sustancia o significado.
La palabra aparecía de alguna manera como una forma comportamental del lenguaje, independiente de la estructura de éste.
Los estudios de lingüística han influid mucho en filosofía y en psicología desde finales del siglo XIX. Sus teóricos se encuentran a mitad de camino entre los inventores y los descubridores. Han sido descubridores en la medida en que han actualizado una ley pero son inventores en lo que se refiere a haber aplicado el estructuralismo lingüístico a otros campos.
Disciplina académica en primer lugar, la lingüística se convirtió más tarde en una preciada herramienta técnica. La exégesis, la pedagogía y, en particular la enseñanza de lenguas extranjeras, la filología, la etnología, la lógica, la informática, se han beneficiado considerablemente de esta herramienta.
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