Si quieres conocer en profundidad la historia de la enciclopedia y cuál es su cronología, en este artículo preparado por nuestros traductores en Madrid de Traducciones AGORA, vas a poder encontrar todos los datos que precisas saber.
La noción de enciclopedia se remonta a los primeros proyectos de clasificación racional del saber; por su propia etimología, en kyklos paideia, es decir, enseñanza —paideia— por un sistema completo o ciclo —en kyklos—, es debida a los griegos, alrededor de unos cuatro siglos a. C.
No te pierdas el origen y la historia del libro
Es posible que Demócrito, Platón, Espeusipo, los sofistas, Aristóteles y otros, hubieran escrito enciclopedias que no nos han llegado. Estas obras, según parece, tenían una parte importante de consideraciones filosóficas. Ya que estos autores no concebían el saber más que en el seno de un sistema filosófico de interpretación del mundo.
Los primeros en concebir la enciclopedia como una compilación de conocimientos multidisciplinar y no filosófica, en el sentido moderno, fueron los romanos. Lo que se corresponde con el sentido práctico que les era propio.
Y el primero entre los romanos que se dedicó a la redacción de una enciclopedia no fue otro que el más ilustre de todos los letrados de entonces, Marco Terencio Varron (Marcus Terentius Varro). Según Quinti- liano, “el más instruido de todos los romanos”, autor de no menos de seiscientas cuarenta obras.
Los fragmentos que nos han llegado indican que las Antigüedades humanas, las Antigüedades divinas, las Disciplinas, De las cosas rústicas y De la lengua latina eran auténticas enciclopedias temáticas en el sentido moderno de la palabra.
Las dos primeras eran enciclopedias históricas. Los nueve libros de las Disciplinas trataban gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría, astronomía, música, medicina y arquitectura (de acuerdo con los dominios de las nueve musas). Y, las dos últimas eran las enciclopedias de agricultura y etimología.
Sabemos que las Antigüedades fueron dedicadas a Julio César en el año 47 a. de C., y que éste perdonó a Varron un panfleto bastante virulento que el letrado había publicado contra él. Se supone que el resto de la obra se concluyó seis o siete años después.
El sucesor directo de Varron fue, hacía el año 17, Plinio el Viejo, cuya Historia Naturalis, que estaba compuesta por treinta y siete libros y dos mil cuatrocientos noventa y tres capítulos, trataba materias olvidadas por Varron. Como la organización del saber o epistemología, la cosmografía, la meteorología, la geografía, la antropología, la fisiología, la zoología, la farmacia y la mineralogía.
Si, efectivamente, Varron fue el inventor de la fórmula enciclopédica, Plinio el Viejo fue quien le confirió su amplitud actual.
A continuación hay que esperar a San Isidoro de Sevilla para retomar el principio de la enciclopedia, perdido por San Agustín y San Jerónimo con una reinterpretación del saber siguiendo la doctrina cristiana. A principios del s. VII, Isidoro de Sevilla reanuda la tradición de Varron y de Plinio el Viejo.
Desde entonces, y salvo recaídas puntuales en sistemas de interpretación filosófica o confesional, las enciclopedias se multiplican, del Didascalion de Hugo de San Victor, hacia 1100, que enriqueció la temática en uso con términos de tejido, armamento, navegación, caza e incluso teatro.
También aborda métodos de la exégesis y de la magia, hasta los cinco mil veinte volúmenes preparados para el emperador chino Kang Tsing en 1722 por un ejército de letrados. Simplemente, la enumeración y descripción de estas obras ocuparía varias decenas de páginas.
El antepasado próximo de las enciclopedias es indudablemente la Encyclopédie de Jean le Rond d’Alembert, Jean-Paul de Gua de Malves y Denis Diderot. Así como, de Jean-Jacques Rousseau, Frangois-Marie Voltaire, Charles de Montesquieu, Claude Adrien Helvétius, el Abad de Prades y otros.
Comenzada en 1743 como una traducción de la Cyclopaedia del inglés Ephraim Chambers, se convirtió rápidamente en el principal acontecimiento del Siglo de las Luces, que sentó las bases para la Revolución Americana. Y, posteriormente para la Revolución Francesa.
Sus veintiocho volúmenes no terminaron de publicarse hasta 1772. Éstos representan la primera colección de conocimientos, a la vez actuales e interpretativos, de los tiempos modernos, negándose a la ficción metafísica de la objetividad absoluta. Asumiendo por tanto el carácter interpretativo intrínseco de toda exposición de saber. Sus autores inauguraron el método crítico que desde entonces impregna toda cultura científica.
Sabemos las dificultades que los jesuitas y la policía pusieron a la empresa “culpable” de laicizar íntegramente el saber y de sustraerlo de la empresa preestablecida de la filosofía.
De hecho, los enciclopedistas no dedicaron ningún artículo a la filosofía, pero la trataron en las entradas correspondientes a las escuelas de filosofía. Lo que anulaba de entrada el papel trascendental de la filosofía en la interpretación del conocimiento, y prefiguraba el advenimiento de la epistemología moderna.
Aunque no la inventaron, modificaron magistralmente la fórmula enciclopédica inventada por Varron, y por tanto, los enciclopedistas son inseparables de cualquier historia de las enciclopedias.
Ya no queda nada menos que Charles Joseph Panckoucke —personaje clave, aunque espíritu menor— quien, en 1780, obtuvo el privilegio de publicar en fascículos la edición revisada. Y, aumentada de la Encyclopédie, con lo que inventó de manera formal la enciclopedia temática.
En efecto, dividió las cuarenta y cuatro partes de la obra en cincuenta y un diccionarios distintos. Haciendo un total de ciento cuarenta y cuatro volúmenes. Inauguró de este modo la fórmula del diccionario moderno y de la publicación por fascículos.
Otra innovación, el “vocabulario universal”, añadido por Panckoucke, constituyó de hecho el primer índice reverenciado de todos los términos utilizados en la enciclopedia. La obra no se acabó hasta 1832.
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